ACTO PRIMERO
Sala en el Palacio de Tordesillas. En el foro izquierda, puerta que conduce a1 los aposentos de doña Juana. A la izquierda, primer término, puerta grande que comunica el palacio2 con el exterior. En el testero del fondo dos grandes retratos al óleo, uno de Isabel la Católica y otro de Carlos V (Copia del de Ticiano, universalmente conocido). Mueblaje de la época.
En el texto publicado en 1918 por Hernando, las vocales "a, e, o, u" van acentuadas cuando forman parte de la oración como preposición o conjunción. Se seguía el criterio de la Ortografía académica de 1815 (p. 80), que argumentaba que de esta forma se evitaba que la vocal se pronunciara unida a la que le precedía o seguía. En este aspecto, la ortografía se ha adaptado a la norma actual.
Aparece con mayúscula inicial en la edición de Hernando.
ESCENA I
Mogica3, viejo servidor de Doña Juana, que ha sido Maestresala, y actualmente Veedor4 o Mayordomo5; Marisancha, dueña6 al servicio de Doña Juana.
MOGICA.– (Entrando por la izquierda, dirígese7 a Marisancha, que está limpiando el polvo de los muebles). Pienso, Marisancha, que ha dispertado8 ya Su Alteza9.
MARI SANCHA.– Largo rato ha10 que dejó el lecho, y agora11 la tienes paseo arriba, paseo abajo, hablando sola. Tenemos a nuestra señora, de algunos días acá, dígolo12 con reverencia, harto desconcertada.
MOGICA.– Déjame que te explique. Lo que con palabra o gesto expresa la Reina13, parece indicar que no anda sobrada de juicio. Por loca la tuvieron, y aún la tienen, los que no la conocen como yo. Su Alteza discurre atinadamente sobre cualquier asunto. Su único desconcierto consiste en no darse cuenta y razón del paso del tiempo. Ayer mismo me habló de la presencia de los Comuneros en Tordesillas, cual si esto fuera un caso ocurrido poco ha. «Señora14, considere que han pasado treinta y tantos años desde que estuvieron aquí aquellos valientes caballeros, que de Dios gocen15.»
MARISANCHA.– Ya sé que para ella es lo mismo el antaño que el hogaño16. Pero otras razones tenemos para dudar de su cabal juicio. Es público aquí y en toda Castilla que el mayor achaque de la señora es que está tocada o inficionada17 de herejía.
MOGICA.– ¡Pobre Marisancha! Tú no sabes lo que dices. Para que lo entiendas, te contaré un sucedido18...; pero has de guardarme el secreto.
MARISANCHA.– Descuida; yo seré arca cerrada19.
MOGICA.– (Con misterio). Estando yo en Gante al servicio del secretario Conchillos20, llegó a visitar a Su Alteza en su palacio un holandés llamado Erasmo, el cual gozaba de fama de hombre muy sabio; el más sabio de aquellos tiempos. Después de hablar afablemente con Su Alteza, la obsequió con un libro escrito por él.
MARISANCHA.– Ya, el misal21 de las herejías.
MOGICA.– No, no; el rótulo del tal libro es Elogio de la locura22, y debe ser obra muy cristiana cuando el papa León X la leía y releía con deleite.
MARISANCHA.– También la señora se recrea, y no tiene otro devocionario que esa Locura23de D. Fantasmo24. Y ese libraco, que según dices tú lo leía el padre santo25, lo guarda mi señora en su seno como reliquia, y de toda mirada curiosa lo recata. Cosa buena no será cuando así lo esconde. Y dígote26 más, Mogica: ¿Por qué nuestra señora no asiste nunca a los Divinos Oficios en la iglesia? (Mogica alza los hombros para dar a entender la confusión en que le27pone Marisancha28). ¿Es que no atinas a contestarme?
MOGICA.– Sí atino, sí, Marisancha. ¿Crees tú, como yo, que la señora es buena, muy buena, hasta dejárselo de sobra29?
MARISANCHA.– Buena es de su natural30, y sus servidores la queremos como a una madre31.
MOGICA.– ¿Tiénesla32 por orgullosa y tiránica?
MARISANCHA.– Eso no.
MOGICA.– ¿Sabes que en su mocedad amó a su marido locamente, y locamente le amó33 después de muerto?
MARISANCHA.– Públicos fueron en Castilla sus arrebatos.
MOGICA.– Y no ignorarás que encerrada en este triste palacio cincuenta años ha, se ha mantenido siempre resignada, soportando humillaciones sin cuento34. (Mogica vigila la puerta para ver si alguien le oye35). Aquí, Marisancha, las paredes oyen, y hemos de medir36 cautelosamente nuestras palabras. (Bajando la voz). ¡Chitón!37 En el tiempo que llevas aquí, habrás advertido que el Marqués de Denia, jefe de la Casa Real de la señora...
MARISANCHA.– Ya lo sabemos. No le guarda las consideraciones debidas a una reina.
MOGICA.– El Rey Católico y Cisneros asignaron a Doña Juana38 una suma crecida para el sostén decoroso de esta señora, cuando la inhabilitaron para el gobierno de Castilla.
MARISANCHA.– Pero este Marqués de Denia, avariento y desvergonzado, aprovecha para su fachendosa39 mujer los coches, los palafrenes...
MOGICA.– (Vivamente). Y toda la servidumbre de pie y de a caballo, guardias..., monteros... y demás, que debían ser para la Soberana. Habrás visto, Marisancha, que la Reina nuestra señora no le disputa al Marqués estas grandezas, y permanece solitaria y obscura40, mal alimentada y peor servida, como si aquí viviera de limosna.
MARISANCHA.– Así, así; como de limosna.
MOGICA.– Y ahora te pregunto yo: ¿No es esto virtú41? ¿No es humildad? ¿No es cristianismo? ¿No es esto desprecio de las vanidades terrenas para elevar el espíritu a lo divino, a lo eterno?
MARISANCHA.– Sí; doña Juana es una señora ejemplar, y lo sería más si asistiera a las cirimonias42 de nuestra religión.
MOGICA.– ¿Qué entiendes tú de cirimonias ni de letanías? Nuestra Reina lleva la religión en su alma piadosa. Ama fervorosamente a los humildes, a los limpios de corazón. (Ve aparecer a doña Juana por el foro izquierda, andando despacito. Indicando silencio). Viene como siempre, hablando sola. (Apártanse43 un lado para no ser vistos). Tan hecho estoy44 a verla en tal guisa, que por los movimientos de sus manos entiendo lo que a si misma se dice.
MARISANCHA.– ¿Y qué se dice?
MOGICA.– Cállate agora45, que tiene el oído muy sutil y podría escucharnos.
No podemos saber si Mogica (Múgica) y Marisancha son nombres de ficción o corresponden a personajes que tuvieron existencia histórica, como parece ser en el caso del primero (Estébanez, 2000, 762). "Sancho" fue nombre castellano común en la Edad Media, y "Mogica", quizá de origen alavés, puede encontrarse en algunos topónimos salmantinos. Del carácter popular de Sancho da buena muestra el personaje del Quijote, además de que en el segundo acto aparece un niño llamado Sanchico. En cuanto a Mogica, repárese en la forma arcaizante que ha escogido el autor. Creemos que Galdós ha escogido ambos nombres para evocar una época. La forma hipocorística de Marisancha y Sanchico acentúa el carácter popular de ambos nombres. Por lo demás, el diminutivo de Sanchico tiene carácter dialectal.
Se ha señalado (Whiston, 1978) que Galdós prestaba mucha atención a los nombres de pila de sus personajes. Creo que no resulta baladí reparar en el poder evocador del nombre propio, y en este sentido, Josefa Reyes y Vicente Marrero (2014) han mostrado que el nombre propio tiene, además de su valor referencial, un significado pragmático que condiciona su elección y su valoración por los hablantes. Así, algunos antropónimos, sin estar asociados a un referente, parecen estar estigmatizados, mientras que otros gozan de general aceptación. Una u otra circunstancia depende de la información compartida por una comunidad de habla, que no es idéntica en todos los hablantes, y que conforma el nivel pragmático. Así pues, además de la información pragmática referencial, el antropónimo contiene otra información pragmática de carácter "connotativo" que, de acuerdo a las valoraciones que pueden hacer los hablantes, favorecen o limitan la frecuencia de un nombre. Entre los criterios usados por los hablantes para valorar la adecuación de un nombre en una época determinada, Reyes y Marrero señalan su 'rusticidad', 'obsolescencia', 'eufonía', extensión', 'novedad'. La aplicación de estos criterios y las valoraciones asociadas a los nombres provocan que algunos de ellos estén de moda durante ciertas épocas.
Finalmente, no debemos concluir este apartado dedicado a los antropónimos sin referirnos a otro hecho que tampoco es trivial. Nos referimos a que las expresiones denominativas referidas a algunos personajes varían a lo largo del drama. Así, por ejemplo, Carlos de Habsburgo, es Carlos V, el Emperador, el César, mi hijo; Juana I es Su Alteza, la Reina, Doña Juana, Nuestra Reina, señora, la Emperatriz (y la emperadora), Nuestra Emperatriz, nuestra madre, Soberana de Castilla, de España y del mundo entero, ¡Santa Reina! James Whiston (1978) ha señalado que, en sus novelas, con estos cambios denominativos (y en particular con el uso de motes) Galdós pretendía evitar una molesta reiteración que restara agilidad al relato. Creemos que en el drama son, además, una muestra de "perspectivismo", pues expresan cualidades morales o circunstancias vitales del personaje, y pueden tener asociados otros valores (¿no hay algo de amarga ironía en la denominación el César para Carlos V?, para no hablar del ocurrente -y también irónico- nombre de Poca Misa).
"Veedor". En el Diccionario usual de la Academia de 1914 (P. 1032, 2; en RAE 2000) figura con estas acepciones entre otras: "||3. Criado de confianza que en la casa de los grandes vigilaba al despensero en la compra de bastimentos" ||4. Jefe segundo de las caballerizas de los reyes de España, que tenía a su cargo el ajuste de las provisiones y la conservación de los coches y el ganado." La voz aparece también en el Diccionario actual de la Real Academia (2014) con significados, en general, menos específicos. El Diccionario académico se ha consultado siempre en línea para estas notas: https://dle.rae.es/?w=diccionario. Las consultas en los diccionarios académicos anteriores y en otros diccionarios antiguos se han realizado en línea a través del Nuevo Tesoro lexicográfico de la lengua española (NTLLE).
En la edición de Hernando, "Veedor, Maestresala" y "Mayordomo" aparecen en mayúscula. Como no hay razón para esta mayúscula ni según la Ortografía académica actual (2010: 470-471) ni según la que estaba vigente en los tiempos en los que se publicó la obra (1915, 74), ha parecido oportuno modernizar la ortografía. No obstante, debe señalarse que quizá se trate de una "mayúscula de relevancia" como la denomina la Ortografía actual (2010: 514-515) y tal vez tenga el propósito de poner de relieve el estatus del personaje central del drama, la reina Juana de Castilla, que, no lo olvidemos, al final de la segunda escena del acto II es trasladada por el pueblo al palacio como "Soberana de Castilla, de España y del mundo entero".
"Dueña". El Diccionario académico actual ofrece, entre otras, las siguientes acepciones para esta voz: 6. Mujer viuda que, para autoridad y respeto, y para guarda de las demás criadas, había en las casas principales. 7. Era usada para referirse a la señora o mujer principal casada. Ambas acepciones figuran también en el Diccionario usual de la Academia de 1914 (386, 3; en RAE 2000). La palabra no está marcada en ninguno de los dos repertorios.
"Dirígese". Como se señala en la Nueva gramática de la lengua española (2010b, 311-312), los pronombres átonos son proclíticos si el verbo no es infinitivo, gerundio o imperativo afirmativo que coincide con subjuntivo. Y añade que los pronombres átonos se anteponen al español general de hoy, y que, si bien persisten aún en la lengua escrita y la lengua oral formal verbos conjugados con pronombres enclíticos, estos suelen percibirse como arcaizantes. Ralph Penny (2005, 163) señala que "en español medieval, el pronombre aparecía tras el verbo (conjugado o no) […] Estas normas de colocación no fueron sustituidas por las actuales hasta el Siglo de Oro, todavía las cumplían muchos autores del siglo XVII. En la Gramática académica de 1771 (246), los átonos se proponen como enclíticos o proclíticos según lo pide la claridad, o la elegancia de la expresión o según el gusto o el arbitrio del que habla cuando el uso es indiferente. Pero lo cierto es que el uso ha consolidado para los pronombres átonos de los verbos conjugados en general la posición proclítica, de modo, que deliberadamente o no, la expresión examinada tiene un aire arcaizante, independientemente de que se halle en una acotación, pues este ejemplo no es el único, como se verá enseguida. Por lo demás, como señala Arencibia (1987, 143), Galdós tenía cierta preferencia por la posición enclítica del pronombre, y considera esta preferencia como un rasgo de estilo.
"Dispertado". El Diccionario académico actual lo califica de "desusado" y añade que se usa "como vulgarismo". El Diccionario usual de la Academia de 1914 lo recoge, pero no incluye marcas. El Diccionario Histórico del Español (RAE, 2015) ofrece numerosos testimonios lexicológicos que van desde 1550 hasta 1883. Con posterioridad, solo ofrece una muestra de 1969. Alvar (2011, 173) incluye esta voz (dispertar) en su Diccionario de Madrileñismos. Creemos, por tanto, que ya era una voz anticuada en tiempos de Galdós, y al tener cierto carácter dialectal se ha empleado aquí para caracterizar el habla rústica y anticuada de Mogica.
"Su alteza" va en mayúscula en la edición de Hernando, conforme a la Ortografía académica vigente entonces (1815: 75 y 151). Según la Ortografía actual (2010b: 470), la mayúscula es admisible si el tratamiento no va seguido del nombre al que se refiere, como es el caso. Por tanto, en este y en otros casos similares, ha parecido bien conservar la ortografía original.
"(rato) ha". Como se señala en Diccionario panhispánico de dudas, la forma ha pospuesta a un complemento que expresa tiempo es un resto del uso de haber como impersonal con expresiones temporales. Hoy en día en este caso se emplea hacer. El uso de ha con complementos temporales se documenta en el siglo XV, bien que aún se conservan casos de esta construcción en América, aunque con la grafía a (Lapesa, 2000: 826-827). Se trata, pues, de un uso arcaizante.
"Agora". El Diccionario académico actual marca esta voz como desusada. El Diccionario usual de 1914 (28) como anticuada, de modo que la palabra ya era arcaísmo en los tiempos de la publicación de la obra. Ralph Penny (2005, 158) incluye esta voz como forma medieval de ahora. Creo que con voces como esta, la de la nota 8 y otras semejantes, Galdós pretende caracterizar el habla añeja y rústica (o "popular") de Mogica y Marisancha. No debe olvidarse que el arcaísmo forma parte de ciertas variedades dialectales, como sucede en el español de Canarias y en América. Repárese además en cómo estas voces y expresiones se acumulan al principio de la Escena Primera, justamente cuando se está evocando el ambiente de la época.
"Dígolo". Véase la nota 7.
"Reina". Aplíquese lo que se dice en la nota 9.
Repárese en cómo se inserta el parlamento de Mogica a la Reina, que parece muy innovador (una suerte de estilo indirecto libre).
"que de Dios gocen". Es expresión coloquial. Hay en la lengua locuciones equivalentes para expresar buenos deseos a los fallecidos, pueden tener un carácter más o menos formal (véase, por ejemplo, Martínez y Myre, 2009, 158). Lassaletta (1974, 214) sitúa esta locución entre las que tienen origen religioso. Adlaide Burnus (1977) ha estudiado las frases religiosas espontáneas en el lenguaje hablado galdosiano.
"Hogaño". El Diccionario de Autoridades (1734: 164, 1; en RAE 2000) recoge la voz y la marca como vulgar. También figura en el Diccionario usual de 1914 (386, 3 en RAE 2000), en el que lleva la marca familiar.
"Inficionada". El Diccionario académico actual la marca como "poco usada". Según la estadística ofrecida por DIRAE.es, creemos que era una voz (inficionar) poco usada en el tiempo de la publicación de la obra, y por eso le atribuimos cierto carácter arcaizante.
Figura en el Diccionario académico actual sin marcas. Sin embargo, en el Diccionario usual de 1914 (957, 1; en RAE 2000) está marcado como familiar.
"Yo seré arca cerrada". Creemos que se trata de una metáfora de inequívoca raigambre popular.
"secretario Conchillos". En la edición de Hernando figura "Secretario Conchillos". Conforme a la Ortografía de 1815 (74) y a la actual (2010a, 470-471), se ha modernizado la escritura.
El título va en cursiva en la edición de Hernando.
Locura. En El Sol: locura.
"D. Fantasmo". La confusión paronímica entre "Erasmo" y "Fantasmo" no carece de gracia. Se trata de un fenómeno próximo a la etimología popular, propio del habla familiar y vulgar. El tratamiento va en mayúscula, como era preceptivo en la Ortografía de entonces (1815) y en la actual (2010ª), particularmente teniendo en cuenta que se trata de una abreviatura. El malapropismo y la etimología popular en Galdós han sido estudiados por Martinell (1993).
"Padre Santo". Conforme a lo expuesto en la nota 9, se mantiene la mayúscula porque el tratamiento se refiere a al papa León X, que se nombra antes.
"dígote". Véase lo señalado en la nota 7.
"que le pone". Es leísmo.
Nótese que la acotación referida a Mogica se inserta en el parlamento de Marisancha, de modo que lo puramente cinésico se entremezcla con lo verbal. Creemos que es un buen ejemplo de la búsqueda de Galdós de un diálogo eficaz que reflejara el habla viva.
"Hasta dejárselo de sobra". de sobra es una locución adverbial con el significado de 'muy, mucho'. Podemos documentar la expresión dejárselo de sobra en otras obras de Galdós como la versión novelada de La incógnita, 1889. Es locución moderna en el idioma, aunque podemos hallarla un poco antes, en la Historia de historias de Torres Villaroel (1796, 252) y nos parece de carácter coloquial.
"de su natural". Parece locución adjetiva. Tiene carácter coloquial.
"como a una madre". Repárase en la raigambre popular de la comparación, bien que forme parte de la tradición la costumbre de referirse a los reyes (y a ciertos personajes de carácter religioso) con apelativos familiares. La comparación en la obra Galdosiana ha sido estudiada por Yolanda Arencibia (1993).
Véase lo señalado en la nota 7.
"le amó". Como se puede advertir, se trata de un leísmo. Arencibia (1987, 141) ha señalado que "Galdós era rotundamente leísta en sus escritos, a pesar de proceder de un territorio lingüístico de uso casi exclusivamente etimológico" (especialmente en su época). Y en efecto, Almeida y Díaz (1989, 113) señalan la usencia de leísmo en el habla de las Islas. Sin embargo, como señala Gonzalo Ortega, en tiempos recientes ya se documenta algún caso de leísmo, sobre todo cuando el pronombre le reproduce al tónico usted. Es lo que se conoce como leísmo de cortesía, sin que sepamos si es el efecto del influjo del español de la Península, de la evolución natural del sistema pronominal o de ambas fuerzas que convergen. Lo cierto es que los ejemplos en el texto de Galdós son abundantes, y como los encontramos tanto en los parlamentos de los personajes como en las acotaciones, como en este caso, creemos que no es un rasgo caracterizador, sino un elemento idiolectal.
"sin cuento". Es locución adverbial poco frecuente de carácter formal (Martínez y Myre, 2009, 132). Significa 'muchísimos, innumerables'.
"le oye". Adviértase el leísmo y véase la nota 33.
"Hemos de medir". Haber de + infinitivo es perífrasis obligativa propia del español medieval (Lapesa, 2000, II, 882-883).
"Chitón". Es interjección coloquial según el Diccionario actual, y lo era también en tiempos de la publicación de la obra según el Diccionario usual de 1914 (318, 3; en RAE 2000).
“Doña Juana” en la edición de Hernando. La Ortografía actual (2010, 469-470), desaconseja la mayúscula en el tratamiento en este caso, sin embargo, era posible según la Ortografía de 1815 (75). Como no se advierte ningún valor expresivo o estilístico, ha parecido oportuno modernizar la ortografía en este y en otros casos similares.
Es adjetivo coloquial según el Diccionario actual, y lo era también en 1914 según el Diccionario usual (1914, 465, 3).
"Obscura". Como es notorio, la ortografía etimológica de la palabra está hoy menos extendida que la simplificada. La Academia rectificó la pronunciación y simplificó la escritura hacia 1803, según se expone en la Ortografía de 1815 (XIII- XIV). Se trata, pues, de una ortografía (y una pronunciación) anticuada que no sigue las normas vigentes en el momento.
"Virtu" es vulgarismo por apócope de la d final. En la edición de Hernando no lleva tilde.
"Cirimonias". El Diccionario usual de 1817 (203, 1; en RAE 2000) recoge esta voz y la marca como anticuada. Es el último Diccionario académico en el que hemos podido documentar la palabra.
"Apártanse". Véase la nota 7, bien que en este caso se trata de una acotación.
"hecho estoy". Gómez Torrego (1988: 188) incluye la construcción estar hecho entre la perífrasis de participio y le atribuye un valor aspectual estativo. No obstante, señala también (p. 183) que esta construcción se halla a caballo entre la perífrasis y la locución verbal. Creemos que no es propia del nivel formal.
"Agora". Véase la nota 11.